La Subbetica Cordobesa

Isabel y Maika nos han preparado un viaje estupendo a la Subbetica Cordobesa. Han encontrado para nosotros un cortijo precioso en La Zamora, cerca de Carcabuey (Priego). En él hemos pasado el fin de semana andando, comiendo, riendo, aprediendo y conviviendo. 

El plan de actividades ha sido muy intenso: El viernes, llegamos y nos instalamos rápidamente para irnos a visitar Priego de Córdoba, con sus preciosas casas palaciegas, su barrio de la villa, sus iglesias barroquísimas  y la Fuente del Rey. Luego cena compartida, con degustación de especialidades de tortilla, plato típico de vigilia y propio de la fecha, y continuando con la tradición, pero a nuestra manera, ¡claro!, nos vestimos para asistir a los solemnes actos de Cuaresma. Me refiero al concierto de bandas procesionales, dirigido por Fali, al que asisitimos todos con el debido recogimiento y emoción. Más tarde nos decantamos por algo más alegre y recuperamos la música de los sesenta en las voces de la incipiente coral del Club de Montaña que, con los arreglos de Fali y bajo la dirección de Reyes, nos amenizó el final de la noche con un espectáculo muy interactivo.

Al amanecer, llegó el pan, ¡Qué buenas organizadoras, que no olvidaron ni un detalle! ¡Si hasta trajeron papel albal para envolver los bocadillos! Así que nos preparamos un desayuno abundante y bocadillos para el camino.

E iniciamos la marcha bajo un cielo gris, con una temperatura muy agradable.  

La prolongada subida del comienzo estuvo adornada por grandes olivares, preciosas vistas y agua por todas partes hasta llegar al cortijo del Navazuelo y su antiguo pilón rebosando. Aquí empezó a chispear y las gotitas nos acompañaron casi todo el día, siendo la lluvia más continua al final de la tarde, pero nunca llegó a molestar.

Pasado el cortijo, continuando por el camino de la Nava, nos encontramos con tres árboles singulares, dos quegijos y una encina y a continuación el río Bailón, que nos acompañará hoy y mañana, el quejigar del polje de la Nava que se ha adehesado, favoreciendo que los árboles adquieran un gran tamaño y que los abundantes pastos permitan el aprovechamiento ganadero. En las zonas encharcadas encontramos algunos fresnos y en las zonas más altas algunas encinas. 

Un poco más adelante encontramos otro quejigar, el del Pilar, también con ejemplares muy grandes y viejos mezclados, en esta ocasión, con majoletos. Continuamos la circular para volver al cortijo del Navazuelo y desde ahí atacar la subida al Lobatejo, en un principio muy empinada y al final bastante pedregosa, siempre acompañados de grandes quejigos y encinas con aspecto un poco fantasmagórico.

Fotos y track de la ruta

Deshacemos el camino de ida y a la ducha. Después a Lucena donde visitamos algunas iglesias que afortunadamente estaban abiertas, pudiendo  ver el Sagrario de San Mateo y que, además de su riqueza artística propia, exhibían imágenes de Semana Santa. Me encantó la espadaña doble, formando ángulo de la iglesia de Santiago y disfrutamos de paseo y tapeo por el barrio judio.

A las 10,30 de vuelta para la cena: espagueti con gambas y ensalada que preparó Fali con el equipo de cocina: "Buenísimos" y mientras ellos se vestian para cumplir con los preceptos "Semanasantales" ... a fregá el peró! 

¡Venga, venga que ya se escucha la banda de trompetas y tambores..! Y luego... !"mi niño de 30 años"¡

El domingo por la mañana, después de un buen desayuno con pan calentito nos fuimos hasta Zuheros donde hicimos el recorrido del cañón del Bailón , disfrutamos del un árbol especial: un híbrido de coscoja y encina y subimos a la Cueva de los Murciélagos. 

Algunos deshicieron el camino y volvieron andando.  Fotos y track de la ruta. Yo me bajé en coche a ver el museo arqueológico, muy pequeño pero muy ilustrativo y  me ayudó a valorar mucho más la cueva, y el castillo con su torre de vigilancia desde la que se comunicaban con torres vecinas y que a nosotros nos sirvió para "vigilar" a nuestros amigos que bajaban por el sendero. El castillo fue ampliado y reformado en época renacentista y sufrío gravemente las consecuencias del terremoto de Lisboa  del año 1755. Previamente nos tomamos una cervecita en la plaza del pueblo, antigua plaza de armas del castillo.

Después de comer salmorejo y flamenquines en la estación de Doña Mencía nos despedímos y volvemos a casa muy contentos y agradecidos a los organizadores y amigos.