Varios tracks descargados, información sobre la zona y sobre todo mucho ilusión es lo que teníamos prepardo para este viaje un grupo de amigos desconocidos entre sí pero con un factor común excepcional: La habilidad para encontrar siempre un motivo para disfrutar y la capacidad de compartirlo con los demás. Esa característica era tan sobresaliente en el grupo que ni los inconvenientes del hotel ni las inclemencias del tiempo pudieron doblegarla.
La primera noche el disgusto fue del hotel rural que no tenía nada que ver con lo que habíamos visto en Internet.
Y aquí aparece la facción conciliadora realizando sus funciones de mediación con gran respteto y cuidado:
- ¡Bueno, en peores sitios nos hemos visto! ¡Nos quedamos, al fin y al cabo sólo vendremos para dormir...!
Y al amanecer, la lluvia que, como una cortina espesa caía sin dejarnos ver nada a nuestro alrededor.
Interviene entonces el grupo de la satisfacción y con una visión positiva argumenta favorablemente sobre la realidad
- ¡Qué suerte! ¡Qué bonita la lluvia...! ¡Los días lluviosos el campo es especial!
- ¡Nos vamos ahora mismo!
¡Y los gore-tex calados en el trayecto de la puerta del hotel al coche!
Se impone entoces la sección de aprovechamiento efectivo y eficaz de la situación (departamento de optimización de recuros y y mejora del rendimiento neto), que, tras valorar la información meteorológica, estudiar los frentes y comprobar la dirección del viento, propone un avance contrario a la dirección del viento que, desde el oeste empuja las nubes para atravesar el frente de lluvias y propone que nos dirijamos, a las estribaciones occidentales de la Sierra.
Y eso hicimos: Nos quedamos en el hotel, decidimos que la lluvia era maravillosa y nos fuimos hacia occidente.
Visitamos El Barco de Ávila, hicimos una ruta por la Laguna del Duque (track), comimos junto a la central eléctrica justo cuando empezaba la tormenta: comer, tronar, llover y correr todo en un instante.
Y por la tarde nos fuimos a Candelario donde recibimos la información pertinente por parte de la responsable gabinete de arquitectura. La lluvia nos respetó y sólo se manifestó cuando estábamos en el coche o en los bares, que todo hay que decirlo.
En el centro de la Sierra no hubo ni un clarito, al igual que el siguiente día.
En esta ocasión los vientos rolaron a levante, así que nos fuimos al este antes de que llegaran las nubes. Nos dió tiempo a subir al Torozo (track), al otro extremo de la Sierra y entrarmos en el restaurante, ya mojados, justo cuando apretaba la lluvia. Un guiso de garbanzos con setas nos reconfortó enseguida. Fotos de las dos rutas.
El mal tiempo continuaba y decidimos abandonar ya la zona para acercarnos poco a poco a casa, parando en Trujillo si el tiempo no era muy malo.
El temporal generalizada en toda la Península nos obligó a tres de nosotros a volver a casa directamente pues los fuertes vientos habían nos habían provocado algunos problemas.
Los que se quedaron disfrutaron mucho de esta ciudad de conquistadores gracias también al equipo humorístico, formado por un solo miembro, aunque muy grande (esto creo que le va a gustar), que es un pozo sin fondo de chistes y risas y que no paró de amenizarnos la velada durante todo el viaje.
Evidentemente no pudimos cumplir ninguno de nuestros objetivos de montañeros, pero sí todos los de "compañeros". El grupo de apoyo incondicional y cariño intrítnseco que, ejerció su labor de manera continuada y discreta durante los tres días contribuyó a que así fuera. ¡Y con creces!
¡Ojalá podamos coincidir otra vez!
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